Cerramos un año más, este marcado para mí especialmente por varios sucesos, a destacar uno positivo (un sueño hecho realidad) y otro negativo, que sin quererlo ni beberlo me salpicó de lleno. Un sentimiento de injusticia que me recorre desde el primer día que ocurrió y que a día de hoy me sigue removiendo por dentro. Sé que no depende de mí, que yo lo hice lo mejor que pude y con eso me tengo que quedar. Solo yo sé qué fue verdad (y otros testigos, a los que tampoco se preguntó). A pesar de que ese hecho debería quedar en el pasado, es difícil digerir esa falta de ética de la que tanto alardean poseer.... Nunca se debería poner en duda la profesionalidad de alguien por un saco de mentiras, sin tan siquiera contrastar la información recibida y, en su lugar, emplearlo como abuso de poder para tratar de hundir a una persona. Esos hechos hablan más de quién los hace que de quién los recibe y, a día de hoy, tengo muy claro lo que hay. Podría buscar millones de razones por las que se actuó así, pero solo resultaría una pérdida de tiempo.
Y como siempre hay que tratar de aprender algo, todo ello me lleva a reflexionar sobre lo grave que es la falta de valores, especialmente en los niños, que son los ciudadanos del futuro. De igual modo, valorar la importancia que tiene ser conscientes, así como saber qué y cómo se educa en valores democráticos adecuados a las demandas de nuestra sociedad.
¿Por qué es importante la educación en valores?
Nos hace más humanos, sobre todo al tratar con los demás y es esencial para el desarrollo social, nuestra relación con los otros. La falta de valores nos aleja de los demás, nos convierte en personas egoístas que no tienen consideración por el resto y dificulta las relaciones sociales, así como la convivencia. Por tanto, nos afectan en el día a día, a la hora de realizar cualquier actividad acompañados, al impedir que la socialización se dé de una manera sana.
Además, los valores nos ayudan en nuestro crecimiento personal. Favorecen nuestra forma de pensar y de actuar, haciéndonos más críticos y con una opinión propia. Gracias a ellos, aprendemos a valorar qué es importante, qué queremos para nuestro futuro, hacia dónde dirigir nuestras vidas y qué tipo de sociedad crear.
¿Cómo se adquieren?
-De forma inconsciente: Aprendiendo del ejemplo que nos dan nuestras personas de referencia, ya sea en el núcleo familiar, como en la escuela o la sociedad: Repitiendo las actuaciones que se toman como ejemplos previamente observados. Es en la infancia cuando van formando su personalidad e integran distintos valores y comportamientos que asumen como correcto basados en su experiencia, por lo que la familia ejerce como modelo a imitar. De ellos aprenden principalmente tanto los valores positivos como los negativos.
-Trabajando de forma consciente a nivel individual cada uno de ellos: Se puede hacer desde la infancia, a través de contextos como la escuela y lo ideal es combinarlo con el aprendizaje en el hogar. Existen diversas herramientas como cuentos, técnicas de resolución de conflictos o juegos de rol a través de los que aprender e interiorizar cada valor. Todos ellos nos ayudarán a conocer, descubrir y sentir en primera persona cómo es cada uno, así como plantearnos con cuál nos identificamos y cuáles queremos desechar o mantener alejados.
Si queremos crear una sociedad democrática, no debemos olvidar las pautas morales, saber distinguir entre los valores que nos aportan, con los que nos sentimos identificados y los que no queremos que formen parte de nosotros por su efecto adverso.
Algunos valores positivos son:
-Honestidad, sinceridad: Decir la verdad, sin importar las consecuencias que ese hecho tenga. Ser sinceros es importante para no perder la confianza con los demás, pero sobre todo con uno mismo.
-Respeto, tolerancia: Aceptar las diferencias de los otros como algo natural, nos ayuda a vivir en paz.
-Responsabilidad: Nos permite sentirnos satisfechos del trabajo bien hecho y nos ayuda a tener el control de nuestras vidas.
-Empatía, solidaridad y cooperación: Hay una máxima que es "trata a los demás como te gustaría que hicieran contigo", por eso, resulta crucial saber ponerse en el lugar de los otros y actuar tal y como nos gustaría que se comportaran con nosotros. También debemos mostrarnos voluntariosos y ayudar al otro siempre que podamos, sin excusas y desde el corazón.
Por otro lado encontramos los valores negativos, conocidos también como antivalores por ser lo opuesto a los valores positivos.
-Egoísmo: Pensar solo en uno mismo, sin tener en cuenta a los demás.
-Envidia: Desear lo que tienen otras personas, de una forma irracional, perdiendo el sentido. Nos puede producir pensamientos obsesivos contra alguien y tener conductas agresivas contra la persona que envidiamos y con uno mismo.
-Hipocresía: Pensar de un modo y actuar de manera opuesta, con la intención de contentar a otro o simplemente por inseguridad deciden esconder la verdad.
-Deshonestidad, engaño y manipulación: No ser sinceros, actuar por un interés propio, aprovecharse de los demás mediante engaños y manipulación, controlando quedar como víctimas y, así, conseguir lo que queremos, obtener nuestro propósito o tener la razón.
Actuar de este modo es peligroso, por ello resulta necesario que ante un problema o una acusación, se busquen más puntos de vista. Quedarnos con tan solo una opinión, no nos ayudará a resolver el dilema, por mucho que confiemos en la palabra de esa persona. Reaccionar de esta forma será un gesto abusivo e injusto con la otra parte, al no darle ni la oportunidad de expresar su versión de los hechos.
Hay valores que son tan importantes que quedan intrínsecos en la persona y pasan a convertirse en principios, a través de los cuales formamos nuestra identidad. Cada uno tiene los suyos, algunos van cambiando con el paso del tiempo, al igual que se transforman las prioridades y que rigen nuestra vida, marcando nuestras experiencias y nuestros puntos de actuación.