"Si no quieres decepciones, no te hagas ilusiones"
Qué fácil es decirlo y, a la vez, qué difícil cumplirlo... ¿verdad?. Muchas veces tendemos a idealizar situaciones o personas, la mayoría de ocasiones basadas en nuestras experiencias previas. Otras veces son nuestras propias ilusiones y esperanzas puestas en que algo que, tras mucho tiempo persiguiendo, deseamos que finalmente funcione. Sea cual sea el motivo, siempre que empezamos algo nuevo, es inevitable crearnos expectativas, ¿por qué lo hacemos?
-Inseguridad, miedo a lo desconocido. Tendemos a idealizar según los patrones de lo conocido para hacer de ello un entorno seguro. De esta manera, hacemos conexiones con una experiencia pasada similar a la que vivimos en ese momento y con la expectativa nos autoconvencemos de poder afrontarlo de igual manera.
-Fuente de motivación: Nos permite prepararnos para un posible futuro, otorgándonos herramientas y estrategias que poner en práctica en una realidad simulada. No dejando, de este modo, lugar a la improvisación y aportando un extra de motivación y decisión por avanzar.
-Objetivos marcados: Ligado a lo anterior, encontramos objetivos por cumplir. En este caso, utilizamos expectativas vistas como ilusiones, esas que nos empujan a buscar lograr nuestras metas futuras. Nos mantienen activos, llenos de energía, con ganas de conocer, descubrir y experimentar algo nuevo. Este enfoque es positivo, ya que en la vida se necesita de la ilusión y emoción que nos proporcionan estas expectativas, aunque es importante que sean siempre objetivos realistas.
¿Qué entendemos por expectativas? Son las ideas que una persona tiene con respecto a algo que podría ocurrir. No es un hecho certero, sino una suposición. Un futuro incierto que podría ser o no acertado. A través de ellas, anticipamos posibles escenarios. Normalmente idealizamos en positivo y, como todo, llevado al extremo, puede ser perjudicial. Curiosamente, la mayoría de veces creemos firmemente en nuestra suposición, tanto que hasta llegamos a interiorizar que sea una verdad absoluta, en lugar de una suposición. Llegamos a un punto en el que no distinguimos realidad de fantasía. Nos encargamos de alimentar esa idealización y no caemos en la posibilidad de que no sea cierto. Jugamos con nuestra mente llevándola al límite y eso nos hace caer en picado en el momento que no se cumple.
Y es que cuanto más idealizada está la situación, más alejada de la realidad actual, mayor es el sufrimiento y la decepción. Por ello, es fundamental no perder el norte, no dejar que nuestras expectativas e ilusiones sean más altas que el momento que estamos viviendo. No podemos depender de ellas, ya que de esta forma no disfrutaremos de lo que tenemos alrededor y nos perderemos muchas cosas importantes por vivir en las nubes. Nuestra vida es nuestra y debemos controlarla nosotros.
Cuando nos formamos unas altas expectativas, tendemos a imaginar la situación tal y como nosotros actuaríamos y, por eso, esperamos que el otro actúe tal y como debería hacerlo, desde nuestro punto de vista. Por ese motivo, nos encerramos en solo una posibilidad de actuación por parte del otro, cuando en verdad son múltiples las alternativas que existen para afrontar una misma situación. Y ¿qué pasa cuándo no se da eso que esperábamos? Que llegan las frustraciones y, con ellas, las desilusiones. ¿Cómo evitar formar expectativas de todo? Viviendo el presente, conectando con nuestra situación real, tratando de evitar suposiciones sin fundamento.
"Las apariencias no engañan, las que engañan son las expectativas"

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.