jueves, 7 de febrero de 2019

Sensibilidad no es sinónimo de debilidad

A menudo, cuando vemos a alguien llorar, lo identificamos como símbolo de debilidad. Tal vez inconscientemente lo pensamos, puesto que siempre nos han inculcado que se llora en privado porque en público está mal visto.

¿Por qué no se puede llorar en público?, ¿por qué si lo haces eres menos capaz o vales menos? Parece que estamos hablando de un tópico o de cosas que pasaban antes y que ahora ya no. Pero no más lejos de la realidad, por suerte o por desgracia, es algo con lo que me ha tocado lidiar y por lo que se me ha juzgado hasta el punto de alejarme de aquella meta que más deseaba alcanzar. Sinceramente, yo no pienso que llorar sea mostrar debilidad, al contrario, con ello muestro humanidad, algo que tristemente se está perdiendo. Parece que hoy en día solo importa aparentar lo bonita y maravillosa que es nuestra vida, con el famoso y archiconocido "postureo" y que si tú un día, por lo que sea, muestras tus sentimientos, eso ya te debilita, ya es falta de carácter y te hace ser menos que el resto.

Sin embargo, está comprobado que llorar es sano, es bueno para tu salud física y psicológica, ¿sabéis la cantidad de beneficios que tiene?

  • Es la mejor terapia contra el estrés, la ansiedad y la angustia. Nos ayuda a desahogarnos, a sacarlo todo, a vaciarnos de la rabia, del rencor, de la frustración... Tienen un efecto calmante.
  • Alivia el dolor, mejora el humor y el sueño. Hay veces en las que tras llorar, empezamos a reír. Estos cambios tan bruscos y directos nos ayudan a paliar nuestro malestar, debido a que el llano ha provocado una sensación tan relajante que afecta a nuestro estado de ánimo, impulsándolo por medio de una sonrisa o facilitando la concepción del sueño, por ejemplo.
  • Nos ayuda a deshacernos de las bacterias y mantener nuestros ojos limpios. Digamos que es... ¿como cuándo limpias el parabrisas del coche? En cierto modo es así, limpias o quitas los restos de algo que "no te deja ver con claridad".
  • Nos permite conocernos mejor, descubrir cuáles son nuestras debilidades o vulnerabilidades, cuándo y cuánto necesitamos el apoyo de otras personas, en qué medida nos afecta a otras actividades cotidianas... y eso, en ningún caso, es algo negativo, por más que tratemos de ocultarlo y eliminarlo de nuestro pensamiento.

Entonces, ¿por qué es tan malo llorar en público? Igual que si te apetece reir, te ríes; si quieres un abrazo, lo pides y te lo dan o eres tú quien tiene la iniciativa de buscarlo y darlo, incluso si tienes rabia gritas o muestras cualquier manifestación de rechazo públicamente.

Cuando lloras demuestras que eres humano, que no somos robots fríos y sin sentimientos ni nacimos para ser perfectos. Quizás si lloro es porque algo más fuerte que yo está pasando en mi interior y me sobrepasa hasta el punto de que no logro sacarlo de otra manera. Quizás nadie se pare a pensar que si lloro es porque no estoy bien y me canso de fingir o aparentar normalidad. ¿Somos personas o estatuas de piedra? Es una necesidad como otra cualquiera. Basta ya de tener que escondernos si queremos llorar. Unas personas son más sensibles que otras y nos afectan las cosas en diferente medida, en mayor o menor grado, pero eso no te da derecho a ti, insensible, de catalogar o etiquetar a alguien, de hacerlo inferior o poner en tela de juicio su integridad y su capacidad para desempeñar un trabajo tan cercano como la educación. 

Precisamente si queremos educar en valores que nos ayuden a crecer, a tener en cuenta al otro y convivir en una sociedad en la que todos y cada uno de nosotros nos sintamos respetados y valorados por lo que somos, debemos comprender que las lágrimas (ya sean de emoción, desesperación o tristeza) son una prueba de la empatía que siente quien las derrama.

¿Por qué nos han educado con la idea de que llorar en público es malo y que "esas cosas" es mejor hacerlas en privado, en soledad o con tu gente más cercana a solas? Ojalá cambiáramos la forma de pensar, de expresarnos y de actuar, sirviéndonos nosotros mismos de ejemplo, evitando atacar, aceptando y creando la oportunidad de enriquecernos con estas pequeñas cosas. A mí, desde mi experiencia, me costó un mundo llegar a entender que ser sensible no es un defecto ni algo que esconder o de lo que avergonzarse, sino una virtud. Gracias a las personas que me abrieron los ojos y compartieron su filosofía de vida.

"Las personas que más lloran son emocionalmente las más fuertes"