miércoles, 4 de abril de 2018

¡Hora de florecer!

Sí, sí... como lo leéis.... ¡es la hora de florecer! Con la llegada de la primavera, no hay mejor momento para despertar de la monotonía del invierno apagado y conformista, en el que a veces nos encontramos inmersos. ¿A qué esperas para sacar a la luz nuevos sentimientos o actitudes? Esos que guardas escondidos o bien que aun no has puesto en práctica por miedo, inseguridad o desconocimiento. Al igual que las plantas florecen, las personas también pueden hacerlo. Florecer supone cambiar ciertos aspectos, puede que matices, de sus vidas y mejorar así una parte de sí mismas.

Todos tenemos algo que modificar, ya que nadie es perfecto y siempre se puede ser mejor persona, no mejor que los demás (creerse mejor que el resto puede ser peligroso, hay que tener cuidado con eso) pero sí mejor que tu anterior versión. Querer y pretender superarse a sí mismo es algo positivo, es una motivación para alcanzar nuevos objetivos y nuevas metas en nuestra vida. Hay que renovarse, no se pierde nada por intentarlo, si no funciona siempre puedes volver atrás. Algunos de los aspectos generales que podemos tener en cuenta en este proceso de cambio son los siguientes:

¿Sientes que de repente todo se te viene encima? ¿Te frustras enseguida porque esperas más de lo que recibes? ¿Ves que tus proyectos no tienen el resultado esperado? Paciencia. Hay que intentar tomarse las cosas con calma, no dejar que el estrés nos consuma. A veces la presión que nos ponemos nosotros mismos es peor que la que podemos tener desde fuera y eso nos ahoga. Por favor, no seáis masoquistas en ese sentido, con tranquilidad todo llega y con una buena organización también. Los días pueden exprimirse y sacarles mucho partido, solo hay que saber centrarse y no perder los nervios a la mínima.

Madurez. Utilizar más la cabeza, ser sensatos, no creerse "lo que nos cuentan otros" sino los hechos, lo que vemos con nuestros propios ojos. Ser coherentes con nuestra actitud, nuestros principios y nuestros pensamientos. Saber apreciar lo que de verdad importa y no perder el tiempo con fantasmas del pasado y/o del presente ni pajaritos o ideas erróneas que nos puedan meter otros en la cabeza. Crecer y madurar como personas, siendo nosotros mismos, lo que nosotros queremos ser, sin que nadie nos imponga un modo u otro de actuar. 

Empatía, solidaridad. Pensar más en los demás y no ser tan egoístas. En tiempos difíciles, la mínima ayuda se agradece de manera sobrehumana. Ponerse en el lugar del otro nos ayudará a ampliar nuestros horizontes, a querer mirar más allá de nuestra propia realidad y a entender un poquito más al resto de personas con las que compartimos la vida. Y es que, aunque no nos demos cuenta, nuestro día a día está lleno de vidas paralelas y de nada sirve encerrarnos u obcecarnos con nuestros problemas, olvidando que podemos distraernos compartiendo nuestro tiempo, nuestras experiencias y ayudando a los demás.

Menos pereza. No dejar que la pereza se apodere de nosotros, no acomodarnos, sino ser más activos, autónomos e independientes en algunos momentos. Lo fácil es decir "ya lo haré luego" o "mañana me pongo con ello", pero ese día nunca llega o si lo hace es porque hay una presión externa que nos empuja a hacerlo, pero no es un deseo que salga de nosotros. Por ello, hay que intentar que sea nuestra y solo nuestra la voluntad de realizar aquellas acciones que más pereza dan, a primera vista. Con motivación, nada costará tanto y todo será posible, sólo hay que encontrar esa chispa que nos encienda y nos hagan comenzar.

Hacer que renazca el amor. Mimar a tu pareja, a tus amigos, a tus padres o hermanos. Demostrar el cariño sincero a aquellos que se lo merecen, con los que compartimos nuestro día y a los que a veces, ya sea por orgullo o por enfado, les negamos ese derecho. Tener más detalles con quienes te rodean, no necesariamente materiales. Compartir tu tiempo, aficiones, pequeñas cosas... que te hagan crecer y evolucionar, tanto individual como socialmente. No sólo esperar recibir, sino también dar, tener iniciativa y ofrecer a los demás lo mejor que tenemos. Aquí también podemos incluir la pasión por el trabajo, aunque no sea el de tus sueños, así como la superación personal, instaurando destrezas, capacidades y habilidades que nos ayuden a ello. La actitud siempre es lo más importante.

Y como lo más importante es la actitud, cambiando eso veremos que todo lo que gira alrededor de nuestro mundo también cambiará. Lo principal es ser optimista, pensar en positivo, plasmar una sonrisa en cada acción. Buscar un motivo para seguir, aún cuando parezca que no lo hay. Confiar en uno mismo, en tus posibilidades... creerte y sentirte capaz de todo te ayudará a ver la vida de otro modo, con más ilusión y la certeza de que nada te va a detener en tu idea de alcanzar el éxito que te propongas (siempre por ti mismo, sin necesidad de pisar o hundir a otros, ya que para brillar no es necesario apagar la luz de otros).

Por eso, antes de florecer hay que identificar muy bien aquello que queremos cambiar, lo que necesitamos transformar, de lo que deseamos desprendernos y las aptitudes o cualidades que pretendemos mejorar o adquirir. Sin olvidar que no será un camino fácil, puesto que se necesita actitud, constancia y perseverancia, pero que con implicación y fuerza de voluntad estaremos más cerca de lograr nuestra meta. Florecer exige pasar por todas las estaciones, por todas las etapas. Unas veces estaremos más cerca y otras un poco más lejos, pero la motivación y la firme decisión de hacerlo posible debe ser superior a todo.


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