El SOL, la
mayor de las estrellas. Brilla sólo por el hecho de existir, al igual que las
personas, que ofrecen lo mejor de sí mismas siendo auténticas e iluminan los días con su presencia para que no
se vuelvan grises y tristes. Da calor con su cercanía, nos abriga en los
días más fríos. Esos soles que conocemos nos arropan cuando nos sentimos solos,
nos regalan su cariño, se preocupan por nuestro bienestar y están atentos para
cubrir nuestras necesidades. El sol da vida. Es una parte fundamental en el
desarrollo de los seres vivos, por ejemplo, todos sabemos que es clave en el
proceso de la fotosíntesis en las plantas, pues las nutre. Nuestros soles
también nos alimentan, renovando nuestra energía y nuestra
persona consiguen transformarnos, volvernos más fuertes.
Nos hace
sonreír. Nos aporta una alegría especial. Desde pequeños, los niños
siempre lo dibujan en el cielo (la mayoría de las veces sonriendo) cuando se
les pide que hagan un dibujo, ¿por qué será? Los niños tienen esa
vitalidad inconfundible que los hace estar activos y alegres, sin pensar ni preocuparse
por nada... ¡qué sencillo es vivir así! Admiro esa etapa de la vida, creo que
todos deberíamos seguir su ejemplo y no atormentarnos tan fácilmente.
Necesitamos
poner un sol en nuestras vidas, un sol lleno de luz, optimismo y
felicidad, que atraiga los buenos momentos, la ilusión y las ganas de vivir
exprimiendo cada día. Un sol con rayos de esperanza, de sonrisas contagiosas con las que
llenar el mundo de color y dar vida a la vida. Un sol que brille y haga brillar
a los demás.
¡Dibuja un sol en tu vida!
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